viernes, 24 de mayo de 2013

Mi homenaje a Elsa Bornemann



Tengo que hacer este homenaje, se lo debo, desde lo más profundo de mi vampírico corazón. No sería quién soy, si a los ocho años de edad no hubiera caído en mis manos su libro ¡Socorro!. Mi seudónimo, La Vampira; mi biblioteca repleta de historias de terror; mi terrible e inagotable pasión por las historias sobrenaturales; por el cine de horror; por el miedo mismo; por la literatura; por la escritura… todo lo que soy y leo no se lo debo a Poe, ni siquiera a Quiroga, no (aunque tal vez sería más glamoroso), ellos llegaron después, todos llegaron detrás de ¡Socorro! de Elsa Bornemann.
12 cuentos para caerse de miedo, advierte la portada, y una aterradora imagen del monstruo de Frankenstein mirándote a los ojos. Sí, la tapa me daba pavor, era difícil contemplarla por más de un par de minutos. Ella anunciaba que Frankenstain escribía el prólogo del libro (error popular que descubriría con el correr de los años al sumergirme en el gótico y comprobar que el mundo estaba equivocado y Frankenstein no era el monstruo, sino el doctor, pero eso no importa en ¡Socorro!).
¡Socorro! Fue el primer libro de mi biblioteca. El primero que me habían comprado a mí. El primero que cumplía las condiciones de libro y no de cuentito. No era ilustrado, era como los de los grandes. Era mío. Si bien abundan novelas de la Biblioteca Billiken en casa, eran de mi hermana todos ellos y eran extremadamente cursis para mí. Sissi con toda su novelística, Corazón y un par más. ¡Socorro! no tenía chicas rubias o pelirrojas con grandes vestidos en la portada. ¡Tenía un monstruo! ¡Socorro! marcaría mi vida y yo no lo sabía. Tal vez lo imaginé en algún momento, pero no lo sabía.
Manos, después de leerlo no pude volver a dormir con las manos fuera de la cama. La del once “jota” me reveló la oscuridad del alma humana. Los muyins me remontaron a leyendas y mitos antiguos, a preguntarme qué se escondía de verdadero tras ellos, a dudar de la realidad. La casa viva, Dios… qué decir… perfecta, la clásica historia gótica que todo niño debe conocer, la casa embrujada, como tantas que decía que había en Villa María. Cuento de los angelitos, no hay terror como el que incluye niños fantasmales. El manga, me enseño el miedo a los extraños. Nunca visites Maladonny me mostró el terror a perderlo todo. Joichi, el desorejado me presentó a los fantasmas ancestrales y a la ceguera, que hoy se convierte en el mayor terror de mi vida.
Tal vez sus cuentos de original no guardan nada, pero fueron originales para mí, que por primera vez veía el mundo de la literatura de terror. Un ansia inmensa me apabulló desde entonces, no podía dejar de buscar cuentos de terror. Ahí vino Quiroga con sus almohadones de plumas y sus gallinas degolladas. Luego apareció Poe y su corazón delator. Y luego no recuerdo, luego… supongo que los relatos siguieron sin rumbo aparente, siguió el cine y llegó Anne Rice. Pero no voy a hablar de Anne Rice, a ella le he dedicado bastante y también la lloraré en su momento.
El año pasado redacté un proyecto de investigación dedicado al terror para niños. No pude obviar a mi ¡Socorro!,  que me miraba con los ojos del monstruo desde la biblioteca. Fue lo primero que pensé. El año pasado evalué la importancia que este libro tuvo en mi vida, el año pasado lo releí completo y lo disfruté como cuando niña. El año pasado reflexioné y me di cuenta, y hoy con su muerte lo sé mejor que nunca, estudié literatura por ¡Socorro! A los ocho años, cuando me metí en sus páginas, a los ocho años supe que iba a ser una escritora de literatura de terror. Iba a escribir cuentos tan o más aterradores que los de ¡Socorro!
Muchas veces dudé mientras crecía, pero cuando me convertí en adulta supe que a los ocho años había descubierto mi vocación gracias a una escritora que una vez había escrito unos cuentos pesadillescos para niños, gracias a Elsa Bornemann. La muerte no es un castigo, porque ella no ha sido castigada, se ha vuelto inmortal, se ha vuelto parte de mí y nunca voy a apartar de mi lado este viejo y gastado ejemplar de ¡Socorro!, mil veces leído y absolutamente desojado. Perfecto. El libro me acompañaba a todas partes y era releído semana a semana hasta saberlo de memoria. Quería copiar su estilo y escribir como ella, quería ser como ella. Por eso La vampira y su mundo tienen que hablar de ella, hablar desde el corazón y no desde la academia.

Hoy lloré y no pude dejarlo pasar así nomás. Hoy estoy llorando y llena de dolor, no puedo evitarlo, la hermosa muerte ha tocado a un ser precioso para mí, aunque nunca la conocí. Pero su obra me conoció y me reveló mi propia vida. Gracias Elsa Borneman por mostrarme quién iba a ser cuando sólo tenía ocho años.