martes, 24 de abril de 2012

La mirada gótica del vampiro Lestat hacia la postmodernidad


El siguiente es un trabajo presentado en el IV Coloquio Gótico Internacional (UNAM) que se llevó a cabo en México los días 27, 28 y 29 de marzo de 2012, en el cual tuve el placer de exponer.


La mirada gótica del vampiro Lestat hacia la postmodernidad


En esta época iluminada, cuando los hombres no creen ni siquiera en lo que ven, las dudas de los hombres sabios pueden constituir su principal fortaleza.

Bram Stoker



Tras su primera aparición en Interview with the vampire, Lestat reclama voz propia en la segunda entrega de la saga Vampire Cronicles de la escritora norteamericana Anne Rice, denominada The vampire Lestat[1]. Este se convierte a partir de entonces en el nuevo arquetipo del vampiro literario del siglo XX. Un vampiro que regresa de un largo letargo para descubrir el final de la era Moderna, o el principio de la Postmodernidad, con los ojos de un hombre del siglo XVIII, recuperando para ello a ese joven mortal que fue en aquel momento.

Luego de haber permanecido bajo tierra desde 1929, Lestat despierta en la ciudad de New Orleans en 1984, cincuenta y cuatro años después. Durante el tiempo que permaneció enterrado, fue perdiendo su fuerza, “cuando un vampiro deja de beber sangre y se limita a reposar en tierra…, pronto queda demasiado débil para resucitarse a sí mismo, y entra en un estado de sopor”(Rice, 2008, pág. 13). Pero la fuerza de la vida moderna, las guerras, los nuevos inventos, los nuevos modos de hablar, la música rock, irrumpieron contra su sueño, trayéndolo de regreso al mundo de los mortales, otorgándole la fortaleza necesaria para resucitar.

Un vampiro confronta, así, esta era (tanto dentro del mundo posible que se configura en esta novela, como en el mundo donde la misma se inserta). La mirada de Lestat ofrece una nueva forma de ver el comienzo del mundo postmoderno (o el final de la era Moderna). Él había sido testigo de los inicios de esta época, pero aún en aquellos momentos la vida del hombre, especialmente de aquel que vivía alejado de las ciudades, no se diferenciaba en grandes aspectos de vivir la vida de un hombre Medieval, este que “ve símbolos en todas partes. Para él la existencia no está hecha de elementos, energías y leyes, sino de formas. Las formas tienen una significación propia, pero más allá de ellas mismas, designan algo diferente, algo más elevado”(Guardini, 1973, pág. 29). Mientras que el ser humano que Lestat descubre en la Modernidad ve el mundo natural como un conjunto de elementos, energías y leyes que se interrelacionan y se alejan de lo divino, permitiéndole desarrollar la subjetividad y la individualidad, para la Modernidad “el mundo deja de ser creación y se convierte en ‘naturaleza’. La obra humana ya no es un servicio determinado por la obediencia a Dios, sino ‘creación’; el hombre, que antes era adorador y servidor, se hace ‘creador’”(pág. 44).

Es interesante tener en cuenta para el análisis de la obra el hecho de que el vampiro es, antes que nada, una creatura del gótico. Éste es un género nacido durante romanticismo que, por su parte, es un movimiento rebelde frente a la modernidad iluminista, el mismo tiende a elevar la Edad Media durante la Modernidad y sobre ella. El género gótico surge debido a la idea romántica acerca de que “el arte tenía que convertirse en sucesor de la religión pública, que había quedado desvirtuada”(Safranski, Romanticismo: Una odisea del espíritu alemán, 2009, pág. 236). El romántico considera que el hombre tiene la necesidad de una forma de religión, de manera que intenta recobrar la religiosidad a través del arte. Por ello, muchos de los románticos deciden mirar hacia el pasado, hacia la arquitectura oscura de la Edad Media, tomando de allí la idea de gótico y creando una forma de interponerse al espíritu iluminista moderno, carente de mitos, religión y superstición. Los románticos consideraban que la nueva religión se encontraba en el arte, es decir, sólo en el arte podrá manifestarse el espíritu religioso, sólo así le será posible insertarse en el mundo moderno. El mundo moderno se concibe de la siguiente manera,

entre la naturaleza y la personalidad —sujeto—, se sitúa el mundo de la acción y de la obra humana. Este mundo descansa sobre estos dos factores como sobre sus dos polos; pero tiene respecto de ellos una independencia especial, que se expresa en un tercer concepto, peculiar de los tiempos modernos: el de la “cultura”(Guardini, 1973, pág. 43),

será en ese concepto donde habite el arte. Por lo tanto, las ideas Románticas impondrán lo religioso desde la cultura.

El hombre moderno ha perdido “el lugar objetivo, exterior a él, que era el de su existencia en la antigua imagen del mundo. Y entonces experimenta el sentimiento de verse abandonado y hasta amenazado. Así nace la angustia del hombre moderno”(Guardini, 1973, pág. 38). La angustia que vive este hombre también dará lugar al elemento sobrenatural dentro de la literatura moderna. Es por ello que en la literatura gótica del siglo XX se rescata el mito del vampiro, convirtiéndolo en uno de los seres más importantes y representativos del género, porque representa la eternidad perdida del hombre, simboliza la falta de sentido que tiene la existencia humana debido a la constante presencia de la muerte, es símbolo de la angustia de los tiempos modernos, en los que será la literatura el lugar donde habiten los nuevos mitos.

A finales de la Modernidad, la Edad Media se encuentra lejana. No parece haber lugar para los mitos y los rituales, pero el gótico percibirá el mundo moderno de una manera nueva y encontrará una forma diferente de insertarse en él. La presencia del vampiro en la novela gótica brinda al hombre la posibilidad de rescatar “el culto a los muertos —que para autores como Fustel de Coulanges constituye la base misma de la religión—“(Culleré, 2008, pág. 21). Por su parte, Lestat será una figura clave para lograr la inserción gótica a finales de los tiempos modernos. Con su presencia en el inicio de la Postmodernidad o en esta etapa de transición de lo Moderno a lo Postmoderno, este vampiro demostrará que lo gótico[2] del hombre sigue presente en medio de la razón.

Lestat despierta en 1984, ya lejos de aquel Movimiento Romántico que lo convirtió en una de las creaturas más sublimes e importantes del gótico, resucita en un tiempo secular, que parece buscar con desesperación e (irónicamente)  incredulidad una nueva forma de fe a la que aferrar a la humanidad. Este vampiro observa, como un ser nacido del romanticismo, a este siglo; él percibe de esta manera que

en este siglo se proponían eliminar el hambre. Acabar a toda costa con la enfermedad. Discutían con ardor sobre la ejecución de criminales condenados, sobre el aborto. Y combatían las amenazas de la «contaminación ambiental» y del «holocausto nuclear» con la misma ferocidad con que siglos atrás la había empleado el hombre contra la brujería y las herejías(Rice, 2008, pág. 20).

En este sentido, ve al hombre de 1984 comportarse de la misma manera que al del Medioevo. No ha cambiado. Si bien el hombre postmoderno niega lo gótico, señalándolo como algo exótico e ingenuo que él ha dejado en el pasado para convertirse en un ser ilustrado, se entrega con la misma devoción a las ideas que el pensamiento de su época postula como correctas e intenta destruir con el mismo fervor a todo pensamiento opuesto a sus creencias. Es un hombre que practica rituales y genera mitos, sólo que los relaciona a la cultura, a la política, a la economía, a la sociología, a la ciencia, y se aparta de la religión. Claro que estas ideas a las que el ser humano moderno rinde culto son ahora racionales y allí es donde el dicho hombre funda su idea de verdad y proclama su alejamiento de lo gótico, que representa todo aquello que no puede ser comprobado por la ciencia, lo irracional, lo oscuro; asegura así que ha evolucionado, declarándose a sí mismo como Postmoderno, un iluminado. Sin embargo, el vampiro Lestat despierta en 1984 y no ve otra cosa que a un hombre tan cerrado como el de la Edad Media, tal como era a principios de la Modernidad, en el tiempo en el que él fue mortal.

El moderno, a diferencia del hombre medieval, se caracteriza por su nihilismo,

nihilismo significa aquí lo que era para Nietzsche…: la situación en la cual el hombre abandona el centro para dirigirse hacia la X… En esta aceptación es también idéntico al nihilismo definido por Heidegger: el proceso por el cual, al final, del ser como tal “ya no queda nada”(Vattimo, 1994, pág. 23).

Es en este modo de ver el mundo donde Lestat no halla un lugar para sí, al encontrarse con el problema de la ausencia del mal en estado puro. El mal es un elemento que es considerado casi de manera exclusiva por la religión, por lo tanto no tendría cabida en 1984. Al hablar de mal en estado puro, se hace referencia al mal demonizado,

en el cual la fenomenologías del mal se ve relevada por una hermenéutica de símbolos y mitos que aportan la primera mediación de lenguaje a una experiencia muda y confusa… Por el lado del mal moral, la incriminación de un agente responsable pone al descubierto… la zona más clara de la experiencia de culpa… Esta encierra el sentimiento de haber sido seducida por fuerzas superiores, que el mito no tendrá dificultad en demonizar(Ricouer, 2004, págs. 26-27),

entre estos demonios que el mito genera, se encuentra el vampiro. Por lo tanto, al descubrir la secularización del siglo XX, Lestat comprende que él no pertenece a ese mundo, en el cual

el mal en estado puro no tiene cabida real.

                        Y eso significa que yo no tengo cabida, ¿verdad?

Excepto, quizás, en el arte que repudia el mal… o en los cantos rugientes de astros del rock que representan en el escenario las batallas contra el mal que cada mortal libra en su interior(Rice, 2008, págs. 20-21).

El hombre moderno ha dejado de lado la idea demonios, sin embargo Lestat sabe que en el interior de todo ser humano aún se libran batallas contra este mal en el cual el hombre ya no cree y del que sólo el arte habla, pero que a pesar de todo, a pesar de la falta de creaturas demniacas, sigue presente. En este punto parece esencial rescatar la respuesta de Safranski a la pregunta ¿dónde ha quedado el mal? “Está presente en todas partes y se ha convertido en signatura de la época del mundo. Visto desde la filosofía tardía de Schelling, el mal es el estado del mundo invertido, que tiene la necesidad de una revelación”(2005, pág. 67). Siendo de esta manera, el vampiro descubre así, en el hombre moderno, la presencia del mal en la falta de fe, lo cual implica un dejo de religiosidad en medio de una imposibilidad de creer. Esto le permitiría, a Lestat, salir a la luz y ser glorificado en su sobrenaturalidad a pesar del nihilismo.

Lestat descubre que el hombre es capaz de  idolatrar a los artistas de música rock de la misma manera en que una vez la humanidad adoró a los dioses. Sin embargo, esta vez, la humanidad sabe que estas idealizaciones son un producto humano y no divino. Cree en estos astros, pero comprende a su vez que está dejándose engañar  porque lo necesita para poder comprender el mal que en él habita, que es también el estado en el cual se encuentra el mundo moderno. Será entonces el arte la que saque a la luz a los demonios del hombre.

Es posible afirmar, a través de la visión de este vampiro, que a pesar del nihilismo de la modernidad, el ser humano tiene la necesidad de rendir culto, aún idealizando lo mundano o lo inexistente. La razón ha pasado a ocupar, en esta era, el lugar de la religión. Debido a la falta de religiosidad el hombre se respalda en la política y es allí donde el mal se abre paso y encuentra su hábitat en la sociedad moderna.

La política se refiere a los asuntos de la sociedad en conjunto. Eso presupone una manera de pensar que no sólo sigue los intereses privados, sino que además es capaz de asumir la responsabilidad por el todo. Pero, según Goethe, el hombre corriente no puede elevarse a este punto de vista, y por eso se convierte en masa para las maniobras de los agitadores. La politización general favorece la mentira, el engaño, de los demás y de uno mismo. Se pretende dominar el todo, y uno ni siquiera es capaz de dominarse a sí mismo. En la borrachera de las masas sucumbe la razón y se favorece la irrupción de los bajos instintos(Safranski, Romanticismo: Una odisea del espíritu alemán, 2009, pág. 38).

Es así como el mal se vuelve parte del mundo, mediante la falta de fe que da lugar a el abandono de la razón, que es débil en el hombre, y al desenfreno de los instintos. Pero, sin embargo, sigue sin concebirse al mal en estado puro. Esta incredulidad en cuanto al mal, en la que radica su desdemonización, es la que le permite al mismo imponerse entre los mortales.

En la reconocida obra de Bram Stoker, el Doctor Van Helsing afirma que el poder del vampiro radica en el hecho de que nadie cree en él, Anne Rice rescata este concepto. Nadie cree porque el mundo moderno no tiene lugar para el mal demonizado, sin embargo el mundo moderno se encuentra en estado de mal, por lo que Lestat decide hacer el intento y revelarse. Se aparece frente a unos jóvenes músicos, La Noche Libre de Satán. La música rock que estos ejecutaban había sido uno de los elementos que lo había traído de regreso al mundo. Sin embargo, la reacción que ellos tienen ante su aparición, no es la que él esperaba. “No sólo me reconocieron, sino que lo relacionaron con toda una serie de informaciones acerca de mí que habían leído en un libro”(Rice, 2008, pág. 24). Los jóvenes habían leído una novela, una ficción llamada Confesiones de un vampiro, que es la primera obra que compone la saga Vampire Chronicles.

La autora se vale de la metaficción para demostrar cómo el mundo moderno es absolutamente incapaz de aceptar lo sobrenatural. El libro Interview with the vampire es, fuera de la ficción, una demostración de que el hombre necesita la existencia del mundo sobrenatural, debido a la repercusión y aceptación que la obra ha tenido por parte del público lector. Pero dentro de la ficción, es decir, en el interior de la novela Lestat el vampiro, representa la imposibilidad del ser humano moderno de creer en lo sobrenatural.

Dentro del mundo de Vampire Chronicles, la obra es real, es Louis contando la verdadera historia de su transformación en vampiro. Sin embargo, el público lo acepta como ficción, es decir, nadie lo cree. Pero Lestat sabe que la historia es verdadera, que Louis es un vampiro y que él no se hace pasar por Lestat, sino que lo es. Es por ello que al descubrir que esta historia es tomada como ficción, cae en cuenta de que para el hombre moderno es casi imposible creer en vampiros. Sin embargo, esto le permitirá salir a la luz, “yo saldría ante las cámaras bajo los focos como dos soles”(Rice, 2008, pág. 30). Estas palabras son simbólicas, como vampiro no tiene la posibilidad de ser bañado por la luz solar sin ser destruido; en el pasado, tampoco le hubiese sido posible presentarse ante los hombres sin ser aniquilado por los mismos. Pero este siglo le permite ser parte del mundo iluminado y dejar atrás su eterna condena a la oscuridad y la soledad.

Y no importaba que ellos no me creyeran. No importaba que pensaran que todo era un montaje. La realidad es que después de dos siglos de clandestinidad, yo aparecía abiertamente entre los mortales. Pronunciaba mi nombre en voz alta, declaraba sin temor mi condición… ¡Existía!(Rice, 2008, pág. 30).

Este siglo le permitiría a ser reconocido, aún si nadie era capaz de creer en él.

Sin embargo, el protagonista de esta obra nunca deja de guardar la ilusión de que el público descubra la verdad sobre su persona, “primero les aterrorizaría, si era posible, y luego, si podía, les hechizaría y les convencería de la verdad”(Rice, 2008, pág. 30). La intención de que el hombre conozca la existencia de vampiros es la revolución, Lestat está persiguiendo desencadenar una batalla entre lo sobrenatural (los vampiros) y lo natural (los hombres), una batalla épica que describe en su mayor perfección la esencia de la era moderna. El vampiro necesita ser considerado por el hombre para darle sentido a su existencia, lo sobrenatural necesita del hombre para existir. Él es el mal demonizado contra el cual el hombre luchó en el pasado y, en la modernidad, no existe. Para existir, debe reanudar la batalla. “¿Qué sucedería si mi público se convencía, si comprendía que este mundo todavía albergaba al vampiro, aquel ser demoníaco surgido del pasado…? ¡Ah, qué grande y gloriosa guerra libraríamos entonces!”(2008, pág. 30). Sin embargo es consciente de que el nihilismo moderno es más poderoso que la presencia del mal, por lo cual es imposible lograr que el hombre moderno pueda creer en vampiros y demonios. Es por eso que finalmente descree de sus aspiraciones, “a decir verdad, no creía que llegáramos nunca a eso, a que los mortales creyeran en nosotros”(2008, pág. 30).

En la era Moderna el nihilismo es tan poderoso que no sólo no es posible creer, sino que a muchos les es imposible consumir obras de vampiros. Porque si bien estos seres tienen una gran habilidad de fascinar al hombre, la modernidad ha generado en la humanidad una incapacidad a la hora de permitirse aceptar el mundo de los vampiros como un mundo posible, tanto en lo literario como en lo cinematográfico. Los vampiros “evoke a response that is not entirely ‘rational’ –a response that may sit somewhere in between disbelief and, in fact, a suspension of disbelief[3](Gelder, 1994, pág. x).

Claro que en el mundo gótico que Anne Rice crea, los vampiros son una realidad que convive en medio de la incredulidad del ser humano moderno, esta incredulidad puede ser suspendida por algunos para consumir, por ejemplo, la novela Interview with the vampire. Sin embargo, en el mundo de Lestat el vampiro, el ser humano moderno se engaña a sí mismo al no creer realmente en las palabras de Louis, aquí, la novela es una realidad y los vampiros existen.

En su vida humana, Lestat había vivido los inicios de este mundo secular, y consideraba mucho mejor al mundo sin superstición. Sentía, a principios de la modernidad, que aún se vivía como en la Edad Media y consideraba que el ser humano estaría mejor si fuese capaz de dejar a un lado la superstición y abrazar la razón. Sin embargo, no imaginaba que la razón se convertiría en el nuevo Dios, como tampoco era posible para él sospechar que terminaría convertido en un ser sobrenatural.

Si bien él era un hombre que abrazaba la incredulidad y la razón, fue interpelado en sus creencias por la aparición del vampiro que le otorgó el don oscuro[4]. Estos elementos de su pasado le permiten relacionar la revelación sobrenatural que él vivió, con aquella que estaba dispuesto a hacer al mundo ahora que era una de esas creaturas demoníacas del pasado. Este vampiro busca el reconocimiento del hombre, necesita salir a la luz y ser aceptado como una creatura real, como la encarnación del mal demonizado. Es por eso que a pesar de la dificultad que encuentra en lograr que el mundo crea, sostiene la ilusión de que sea posible. Lestat necesita ser parte del mundo humano.

Por otro lado, en este mundo gótico, la existencia de otros vampiros implica que muchos de ellos se sintiesen amenazados frente a las revelaciones, “de momento, no importaban los mortales, que lo consideraban una obra de ficción. ¿Cómo reaccionarían los otros vampiros? Porque si existe una ley que todos los vampiros consideran sagrada es no hablar nunca de nosotros a los mortales”(Rice, 2008, pág. 28). Sin embargo, Louis había quebrado esa ley y el hecho no había tenido consecuencias. Los otros habían permanecido en silencio y quietud ante las revelaciones de aquel a quien Lestat había otorgado el don oscuro.

Es así como se percata de que la modernidad es la era perfecta para el vampiro, muy diferente a la época en la que él había sido humano, cuando se perseguía a las brujas y a los herejes, cuando en aquellos lugares más aislados de la civilización se creía en estos seres y en demonios. La modernidad le presenta la posibilidad de dejar de actuar de la manera en que venía haciéndolo, de dejar de estar confinado a las sombras, de hablar de sí mismo, de contar su historia a la humanidad. “A mí tampoco me importaban ya las viejas normas”(Rice, 2008, pág. 29), decide que es el momento de romperlas; para poder así revelarle la verdad al mundo moderno, “quería que los mortales supieran de nuestra existencia. Quería proclamarla al mundo”(pág. 29). Lestat ya no guarda siquiera una vaga esperanza de que el público moderno crea en el vampirismo de la estrella de rock en la cual se ha convertido. Sabe que la humanidad moderna no es capaz de creer. Entonces debe apelar a los otros, debe obligarlos a apartarse de la oscuridad. Para ello, dejará de lado la ley de no hablar de la existencia de estos seres, contará su historia en las letras de sus canciones.

Al encontrarse con Louis, antes de su gran concierto en vivo, Lestat le explica a éste el objetivo de proclamar todos los secretos de los no-muertos en sus canciones:

Lo que quiero, Louis, es que suceda algo, que se mueva todo. ¡Lo que quiero es que cambie todo lo que hemos sido! ¿Qué somos ahora sino sanguijuelas: repulsivos, clandestinos, sin justificación? El viejo romanticismo ha desaparecido. Cobremos, pues, un nuevo sentido. Anhelo los focos brillantes tanto como ansío la sangre. Deseo visibilidad divina. Deseo la guerra(Rice, 2008, pág. 683).

Como ser romántico, como creatura gótica, el vampiro debe adaptarse a un momento no romántico, debe encontrar un vestigio del espíritu del romanticismo en la modernidad para poder alimentarse de él y sobrevivir. El Romanticismo es un elemento necesario para la existencia del vampiro, ya que éste “mantiene una relación subterránea con la religión. Pertenece a esos movimientos de búsqueda que, durante doscientos años de perseverancia, quisieron contraponer alguna cosa al mundo desencantado de la secularización”(Safranski, Romanticismo: Una odisea del espíritu alemán, 2009, pág. 15). Lestat romantiza al querer introducir al vampiro al mundo secular. De hecho, lo logra. Aún ante la imposibilidad de creer del hombre nihilista, él populariza a su banda de rock proclamando su vampirismo, “¡OS DIGO QUE SOY UN VAMPIRO!”(Rice, 2008, pág. 692), y aunque nadie acepta como verdaderas  sus palabras, es alabado por proclamarlo. A pesar de que la secularización del hombre le impide creer, la masa humana que se encuentra presenciando el espectáculo (así como sucede en todos los grandes conciertos de rock), sin notarlo, practica un ritual de adoración,

comprendí en ese instante lo que no explicaban las páginas que había leído acerca de los cantantes de rock; entendí aquel desquiciado matrimonio de lo primitivo y lo científico, aquel frenesí religioso. Seguíamos estando en el antiguo bosque. Seguíamos estando todos con los dioses(Rice, 2008, pág. 693).

Será en ese concierto, en aquella masa que aclama y adora al ídolo de rock, dónde Lestat recuperará el romanticismo que le permitirá existir en la era moderna. Aquel que rescataba y elevaba a las supersticiones celtas de las que Marius, el antiguo, le había hablado. Esos ritos que le había narrado de hombres adorando a los dioses, dioses del bosque, los vampiros del pasado; esos ritos se repetían en la modernidad, esos ritos estaban siendo recuperados en aquel concierto y él, un vampiro, era nuevamente adorado por los hombres. Después de todo, de eso se trata el romanticismo, es “una continuación de la religión con medios estéticos, por lo que el imaginario alcanza con él una altura sin precedentes. El Romanticismo triunfa sobre el principio de realidad”(Safranski, Romanticismo: Una odisea del espíritu alemán, 2009, pág. 15). En la Modernidad, en estos tiempos seculares, las manifestaciones religiosas siguen existiendo, pero solo existen como cultura, como elevación del arte, simplemente con fines estéticos. Es allí donde habita el espíritu romántico que le permitirá al vampiro Lestat seguir existiendo.

Sin embargo, Lestat sabe que el resto de los vampiros, aquellos incapaces de adaptarse a los tiempos modernos, se sentirían amenazados por aquellas revelaciones que él hacía a la humanidad. También se verán perturbados ante el secreto sobre la madre y el padre que Lestat proclama en las letras de sus canciones, especialmente aquellos que habían custodiado celosamente a Los Que Deben Ser Guardados, porque nada podía ocurrirles o todos los vampiros del planeta serían destruidos con ellos.

Lestat es un rebelde, siempre lo fue, y en 1984 no hace más que retornar a su esencial irreverencia. En el pasado, cuando fue convertido en la ciudad de París, descubrió a los Hijos de las Tinieblas, un grupo de estas creaturas regidas por una asamblea, y se negó a unírseles. Estos no-muertos vivían sometidos a

las Leyes de la Oscuridad: vivir entre los muertos, pues somos cosas muertas, regresar cada noche a la propia tumba o a una muy próxima, huir de los lugares iluminados, atraer a la víctimas lejos de la compañía de otros para darles muerte en lugares hechizados y profanos. Y honrar siempre el poder de Dios, el crucifijo en el cuello y los sacramentos. Y nunca jamás entrar en la casa de Dios, so pena que Él le prive a uno de sus poderes y le envíe al infierno y ponga fin entre ardientes tormentos a su reinado en la Tierra(Rice, 2008, pág. 294).

A estas leyes y creencias se apegaban los vampiros que habitaban en el cementerio Les Innocents en el tiempo en el que Lestat fue creado, durante el siglo XVIII. Para ellos, Lestat era un proscripto, ya que no se apega a las viejas leyes, confrontando el poder de Dios y desobedeciendo a Satán, su amo, a lo que él respondía, “¡llevo medio año siendo lo que soy y ni Dios ni Satanás me han molestado!”(Rice, 2008)

En aquel entonces, a principios de la modernidad, Lestat pretende desafiar y quebrantar las viejas leyes de los vampiros, las antiguas normas nacidas en la Edad Media que los condenaba a la oscuridad y a la clandestinidad. Él entra en las iglesias sin la mayor dificultad y se mueve entre los mortales dándoles muerte sin considerar dónde ni cómo. Dicho desafío a la divinidad y a la fe se convierte en evidencia para los otros de que estas leyes eran infundadas, que los crucifijos no tenían poder y que ellos serían recibidos sin mayores consecuencias en la casa de Dios.

Salté la barandilla y puse las manos sobre el propio sagrario Forcé sus delicadas puertecillas, introduje las manos y saqué el copón, adornado de gemas, con sus ostias consagradas. No, allí no había ningún poder, nada que pudiera ver o sentir o percibir con ninguno de mis monstruosos sentidos, nada que me respondiera(Rice, 2008, pág. 151).

Sin embargo, estas revelaciones no son tales para Armand, el más antiguo de los vampiros. Él ya sabía que la religión y las viejas normas no surtían efecto alguno, sabía que no eran más que supersticiones nacidas en tiempos oscuros, pero creía en la necesidad de que estos vampiros creyeran.

—Para mis hijos, es el final— susurró el amo—. Todo está hecho y terminado, pues ahora saben que pueden desobedecer cualquier mandato; acabó todo lo que nos unía, todo lo que nos daba fuerza para soportar la existencia como seres malditos, terminaron todos los misterios que nos protegían aquí (Rice, 2008, pág. 295).

Para Armand, existe la necesidad de una religión sostenida en las ideas medievales. Sin embargo, Lestat sabe que esas ideas solamente llevarán a los vampiros a la extinción. Él considera que para que la especie sobreviva deberán adaptarse a los tiempos modernos. El cementerio dónde ellos habitaban, sería destruido por las necesidad de urbanizar de los parisinos del siglo XVIII, para los cuales, los símbolos de los muertos ya no son tan importantes. La única manera de sobrevivir es la adaptación, y Lestat, como es un hombre moderno (a diferencia de los otros vampiros nacidos en tiempos remotos a la inmortalidad) lo sabe. “Estamos en una nueva era que requiere una nueva maldad. Y yo soy esa nueva maldad… Yo soy el vampiro adecuado a esta época”(Rice, 2008, pág. 299).

Lestat es un vampiro que camina entre los hombres, no viste harapos o antigüedades mohosas como los que se esconden en el cementerio. Recorre el centro de París, camina entre los hombres, los engaña, los seduce, les bebe la sangre, los mata. Es por ello que muchos de estos habitantes del cementerio, abandonados por su fe y seducidos por Lestat, intentarán seguir los pasos de este proscripto.

Las diferencias entre el protagonista de la obra y el resto de los vampiros son las que le permitirán comprender algo sobre los hombres de la era moderna que para los otros era imposible de ver,

aunque un espíritu esté haciendo pedazos una casa, aunque haga volar platos y ollas, derrame agua sobre los cojines o haga que los relojes suenen a todas horas, los mortales aceptarán prácticamente cualquier «explicación natural» que se les ofrezca, por absurda que sea, antes que la obvia explicación sobrenatural del suceso(Rice, 2008, pág. 333).

Es por ello que el dejar atrás la vida humana, significó pérdidas para el protagonista de esta novela. Nicolas había sido el amante humano del Lestat humano. Vivían juntos en París, pero Lestat es secuestrado y convertido en vampiro, a partir de entonces se convierte en un espectro que ayuda a su amado desde la penumbra. Esta ayuda no se equipara con su ausencia. Poco a poco, la presencia fantasmal de Lestat en la vida de Nicolas lo arrastra a perder la razón. La locura de este joven es llevada a sus límites cuando los Hijos de las tinieblas lo toman prisionero y acaba convirtiéndose en un vampiro desquiciado. A él y a aquellos que siguen sus pasos, Lestat, el proscripto, les entregará el teatro que posee, que se convertirá en el Teatro de los Vampiros, en el cual, vivirán a la luz de las sombras del mundo moderno.

Nos haremos cargo de este teatro que pintaste de dorado y que llenaste de cortinajes de terciopelo; con el serviremos al diablo, mejor y más espléndidamente que lo que hizo nunca la vieja asamblea… Haremos burla de todo lo sagrado. Conduciremos al público a una vulgaridad y a una irreverencia cada vez mayores. Le asombraremos. Le seduciremos. Pero, por encima de todo, nos apropiaremos de su oro igual que de su sangre, y nos haremos fuertes en medio de ellos(Rice, 2008, pág. 346).

De esta manera, Lestat es el encargado de iniciarlos a la modernidad, a existir entre mortales incrédulos.

En aquel tiempo había comenzado “el proyecto de una modernidad que miraba con actitud adversa a todo lo exaltado y extravagante. Pero ni la fantasía más exaltada habría podido imaginarse que monstruosidades y cuanto mal había de producir el espíritu del desencanto positivista”(Safranski, El mal: o el drama de la libertad, 2005, pág. 61). Lestat consideraba que la modernidad les permitiría salir de las sombras medievales bajo las cuales se ocultaban, pero no imaginaba que, en cierto sentido, el presagio de Armand se cumpliría. Era aquella religión, aquel servicio a Satán y al Dios cristiano que los Hijos de las Tinieblas practicaban, el único vínculo que existía entre los vampiros, ya que estos son incapaces de convivir entre sí. De la misma manera, estás creencias otorgaban sentido a la existencia eterna. Cuando se instaura la razón entre ellos,

las preguntas relativas al sentido, que antes competían a la religión se dirigen ahora a la política, lo cual trae consigo un empuje secularizador, que transforma las llamadas «preguntas últimas» en cuestiones sociales y políticas: libertad, igualdad y fraternidad son soluciones políticas que apenas pueden negar su origen religioso(Safranski, El mal: o el drama de la libertad, 2005, pág. 36).

Si bien la religiosidad había generado desencanto ya, la modernidad volvería a generarlo, sobre todo en una vida como la del vampiro, que atravesaría completa dicha era. Al destruir su fe, los vampiros, al igual que los hombres, pierden el sentido de su existencia, su fin último. De la misma manera que los mortales modernos, se tornarán seres individualistas, solitarios, incapaces de conectarse con el otro. Es por ello que la oscuridad no desaparece de sus vidas, simplemente se transforma. Ellos ya no vivirán en catacumbas o cementerios pestilentes, sino que se ocultarán bajo la luz de la razón, una razón que llenó sus vidas de oscuridad de sentido, producto de aquel desencanto positivista que les negaba respuestas como seres sobrenaturales que son. Armand es un vampiro antiguo, él comprende que en la inmortalidad reside la condena eterna, por lo tanto los cambios propuestos por la modernidad no serán suficientes, “uno se acostumbra a los nuevos límites, y éstos vuelven a definirlo todo una vez más”(Rice, 2008, pág. 400). Será en 1984 cuando Lestat descubra que los de su especie han quedado detenidos en el cambio que él había instaurado, están sumergidos profundamente en el espíritu del desencanto positivista y ve el momento de una nueva revolución.

En 1984, tras resucitar ante el advenimiento del final de los tiempos modernos, descubre que el arte ha logrado finalmente el ideal romántico, ha sido ritualizado y elevandose a grado religioso. Esto se debe a que “el arte nos enseña que las cosas importantes de la vida, el amor, la amistad, la religión y hasta el propio arte, tienen su fin en sí mismas, que su sentido no es, ante todo, servir a otro fin funcional”(Safranski, Romanticismo: Una odisea del espíritu alemán, 2009, pág. 43). Es por su funcionalidad que Lestat utiliza la música y la poesía para llegar a los vampiros. El arte en la modernidad, debido a la desaparición de la religión y la superstición, se convierte en la mayor fuente de simbolismo de la cual el hombre puede valerse, “el universo simbólico de la cultura alivia las cuestiones graves, la muerte y la aniquilación recíproca. Hace viable la convivencia entre los hombres, esos peligrosos animales”(pág. 43). El vampiro es una creatura aún más peligrosa, y es a los suyos a quienes Lestat se dirige con su arte. Él sabe que ellos no pueden convivir entre sí, pero considera que como una vez la religión los unió en el servicio a Dios y Satán, el arte podría hacer lo mismo. Mediante ese arte elevado de la modernidad pretende entrar en contacto con los vampiros ocultos, solitarios. Él sabe que están ahí, los siente, pero ninguno se acerca a él, no quieren entrar en contacto hasta el gran concierto.

Los vampiros se han individualizado, condenándose así a la soledad. Sin embargo, “Albert Einstein… afirma que la separación de todo es solamente una «ilusión óptica» de la conciencia individual, y que la tarea del conocimiento consiste en sacarnos de esta «prisión» del propio engaño”(Safranski, El mal: o el drama de la libertad, 2005, págs. 70-71). Es decir, estas creaturas deben recuperar el sentido de pertenencia al mundo, ocupar su lugar en él. Eso es lo que Lestat pretende y a lo que llama a los otros. Especialmente, pretende resucitar a su reina dormida.

En su sueño bajo tierra las reflexiones de Lestat lo ponen en contacto con sus recuerdos más profundos, germinando en él la semilla de este pensamiento de resurrección. Evoca a Marius rebelándole a Los Que Deben Ser Guardados, que permanecían bajo su custodia. El recuerdo de Akasha, la Madre de todos los vampiros, de las palabras que ella le había transmitido iniciaron su búsqueda, su accionar, sus ideas de guerra. Ella había hecho fluir sus pensamientos hacia Lestat sin efectuar sonido alguno:

Desde mi lecho de piedra, he tenido sueños sobre el mundo mortal de ahí arriba. He oído sus voces, sus nuevas músicas como canciones de cuna acompañándome en mi tumba. He imaginado sus fantásticos descubrimientos y he conocido su valentía en lo más recóndito de mi mente. Y, aunque ese mundo me excluye con sus formas deslumbrantes, añoro la existencia de alguien con la fuerza suficiente para deambular por él sin miedo, para recorrer la Senda del Diablo en su propio seno(Rice, 2008, pág. 664).

Lestat será ese alguien dispuesto a deambular por el mundo moderno sin temor. Él lo confrontará y logrará que sucumba a sus pies con su arte. Intentará servir a su reina, a su amada; pero sobre todo querrá lograr que ella deje de ser una estatua viviente y resucite. Lestat considera que este mundo es perfecto para hacer llegar el mensaje a su reina, el mensaje de rebeldía ante las viejas normas.

Según Herder, la historia es dinámica, por lo tanto “todo instante, toda época contiene sus propios desafíos y una verdad que es necesario captar y configurar”(Safranski, Romanticismo: Una odisea del espíritu alemán, 2009, pág. 25), la modernidad en la que Lestat despierta le presenta un gran desafío, pero también una oportunidad. La verdad sobre la modernidad que descubre es el fracaso de la razón, es la necesidad que tiene el hombre de algo más, “comprendí que ni siquiera al morir encontraríamos respuesta, probablemente al porqué de nuestra existencia. Incluso el ateo declarado piensa que en la muerte hallará una respuesta: o bien encontrará allí a Dios, o habrá nada en absoluto”(Rice, 2008, pág. 79). La muerte como única finalidad del hombre moderno, la muerte sin sentido, no es suficiente. Por ello el hombre moderno sostiene los ideales románticos y se vale del arte, “el hombre es el ser defectuoso que crea cultura”(Safranski, Romanticismo: Una odisea del espíritu alemán, 2009, pág. 25), lo hace para poder darle un sentido a su existencia, para poder encontrarse con el otro.

De la misma manera Lestat pretende encontrarse con otros vampiros, en especial con su reina, a través del arte. El primero en acercarse es Louis. Él también ha cambiado, se ha adaptado. Ya no viste capa negra y traje negro con corbata de seda. Ante la pregunta de Lestat sobre cómo ha podido encontrarlo, Louis responde “te has dejado ver y me has dejado seguirte”(Rice, 2008, pág. 675). Él también es ahora un proscripto, debe esconderse de los otros vampiros por la destrucción del Teatro de los Vampiros[5] y por la narración presentada en Confesiones de un vampiro. Los vampiros que buscan a Louis, están ahora detrás de Lestat, son seres instintivos que no necesitan tener motivos para ir en busca de la destrucción de otro vampiro “lo que necesitan es el impulso, la excitación. Se alimentan de ellos como de sangre”(2008, pág. 675).

Mientras muchos de los vampiros están furiosos con Lestat, otros se han mezclado entre los mortales aprovechando la moda gótica que se ha impuesto gracias a las revelaciones, o mejor dicho, gracias al arte de Louis y Lestat. Durante este encuentro, estos dos discuten sobre las posibilidades del mundo moderno. Louis le explica que sigue habiendo leyes para no ser descubiertos, le comenta que deben cuidar de no dejar rastros en los cadáveres, pero que muchos vampiros están imitándolo (a Lestat), rompiendo las reglas, y eso complicaría la situación de todos los vampiros. Louis considera que los medios científicos modernos representan un gran riesgo, por lo cual es necesario no dejar señales, pero Lestat objeta de acuerdo a su descubrimiento sobre el hombre secular de la modernidad. “Los científicos de hoy día son brujos en guerra permanente, que se pelean por las cuestiones más banales. Podrías distribuir ese tejido sobrenatural a todos los microscopios del mundo y ni siquiera entonces la gente creería una sola palabra”(Rice, 2008, pág. 682). La guerra con los humanos es imposible, aquellos vampiros furiosos con Lestat, sin embargo, no pueden comprenderlo. Estos asumen un rol político, acorde a los tiempos modernos, eso presupone, según Safranski, que no sólo persiguen intereses individuales, sino que  intentan asumir la responsabilidad por todos los vampiros. Pero es imposible elevarse a tal punto, lo que los arrastra a convertirse en masa que responderá a las maniobras de unos pocos y se dará rienda suelta a lo instintivo.

Lestat, por su parte, es el agitador, el líder de otra masa, pero no de vampiros, sino de mortales. Él lo descubre, al ver a esa multitud frente al escenario, que “representaba al hombre convertido en una masa: eran las turbas en torno a la guillotina, los antiguos romanos clamando por la sangre cristiana. Y eran los celtas reunidos en el bosque a la espera de Marius el dios”(Rice, 2008, pág. 688).

Lestat ha ignorado sólo una cosa al a cual debía haber atendido, no a las amenazas de los vampiros dispuestos a acabarlo, él sabía que podría con ellos, sino a un sutil mensaje de peligro que recibió en su mente sin saber de dónde y a qué se refería. Pensó en Marius, pero no advirtió que el peligro era aún mayor, éste no era más que un mensajero. Sin embargo no toma conciencia del peligro hasta que los vampiros en medio de la multitud empezaron a arder, la reina Akasha había despertado, él la había despertado. “Esa música tuya puede despertar a los muertos”(Rice, 2008, pág. 707), y la reina la había escuchado. Lestat ha puesto a todos en peligro al traer a la era moderna a un ser de tiempos antiguos y se niega a aceptarlo. El mundo moderno y su esplendor ilustrado peligran gracias a su arte.

Según Schiller, el arte es capaz de hacer a los hombres verdaderamente libres, él “cifra grandes esperanzas en la acción liberadora del arte y la literatura”(Safranski, Romanticismo: Una odisea del espíritu alemán, 2009, pág. 41). Lestat, por su parte, ya alejado temporalmente del romanticismo de Schiller, vuelve a apoderarse de esta idea. A pesar de que la era moderna se considere como una época ilustrada y científica, los hombres continúan siendo esclavos de sus instintos naturales. Por lo tanto, “la ilustración y la ciencia no han pasado de ser una mera «cultura teórica», un asunto externo para gentes que interiormente siguen siendo bárbaras”(2009, pág. 41). Lestat ve al mundo de esta manera, “aquel Jardín Salvaje, los seres inocentes como mis víctimas estaban destinados a los brazos de un vampiro”(Rice, 2008, pág. 189).

Por su parte, Marius, un vampiro de la Grecia racional, le plantea sus ideas sobre el hombre moderno. Él considera que la civilización haría que el hombre abandonase sus instintos, “en este siglo se habla mucho del buen salvaje…, de la fuerza corruptora de la civilización y de que debemos encontrar la inocencia que hemos perdido. Pues bien, todo eso no es, en realidad, más que una serie de tonterías”(Rice, 2008, pág. 492). Pero para Schiller la civilización no se ha logrado porque no se han seguido los pasos correctos. Lestat mantiene la misma postura, “el camino de la naturaleza a la cultura va a través del «juego», es decir, a través de rituales, de tabúes, de símbolos”(Safranski, Romanticismo: Una odisea del espíritu alemán, 2009, pág. 42). Todo ello se realizará a través del arte. Este personaje, como ya se ha expuesto, hará uso del arte y mediante dichos elementos buscará la rebelión para lograr que los vampiros y los hombres alcancen la libertad, se liberen de sus instintos primitivos mediante la estética, “en el disfrute de lo bello el hombre experimenta el gusto anticipado de una plenitud que todavía está por llegar en la vida práctica y el mundo histórico”(pág. 45).

La razón ha alejado no sólo a las antiguas religiones, explica Safranski, sino también ha hecho que se deje de creer en el corazón del hombre. Es a ello a lo que Lestat apuesta, él ve que el individuo sufre carencias, más que durante la Edad Media. El crecimiento político, social y económico ocasionaron la pobreza de espíritu que llegó incluso a los seres sobrenaturales. Para los vampiros, la carencia del hombre implica una carencia propia. Es en este vacío moderno donde “el juego del arte anima al hombre a jugar con todas sus fuerzas, con la razón, el sentimiento, la imaginación, el recuerdo y la esperanza”(Safranski, Romanticismo: Una odisea del espíritu alemán, 2009, pág. 45). Pero Lestat fracasa porque su mensaje incita a una revolución violenta, porque su arte no tiene un fin en sí mismo. Cuando el arte persigue un fin más allá del estético, le ocurre lo mismo que a la religión, es ignorada porque posee un fin social. “sólo si el arte… se quiere a sí mismo, puede servir también a la sociedad, en cierto modo sin ningún género de intención”(2009, pág. 44). Es por ello que la causa de Lestat fracasa. Su visión sobre la Modernidad, el final de la Modernidad, el inicio de la Postmodernidad, es absolutamente acertada. La humanidad está tan perdida como en la Edad Media, pero tan sólo si su arte no hubiera perseguido fines sociales, si no hubiese provocado tales ataques, si no hubiera revivido a los muertos, como sucedió con el libro de Louis, que sin intención, logró que los vampiros pudiesen ser parte del mundo mortal, su fin hubiese sido alcanzado.





Bibliografía

Culleré, C. (2008). Un oscuro esplendor. Córdoba: Babel.

Gelder, K. (1994). Reading the vampire. London: Routledge.

Guardini, R. (1973). El fin de los tiempos modernos. Buenos Aires: Sur.

Rice, A. (2008). Lestat el vampiro. Barcelona: Zeta.

Ricouer, P. (2004). El mal. Un desafío a la filosofía y a la teología. Buenos Aires: Colección Nómadas.

Safranski, R. (2005). El mal: o el drama de la libertad. Barcelona: Tusquets.

Safranski, R. (2009). Romanticismo: Una odisea del espíritu alemán. Barcelona: Tusquets.

Vattimo, G. (1994). El fin de la modernidad. Buenos Aires: Argentina.





[1] Lestat el vampiro.
[2] Con lo gótico se hace referencia a la necesidad de superstición propia del hombre.
[3] Evocan una respuesta que no es del todo "racional"-una respuesta que puede ubicarse en algún sitio entre la incredulidad y, de hecho, una suspensión de la incredulidad.
[4] Este es término que Lestat impone para referirse a el don que otorga un vampiro al convertir a un humano.
[5] En la primera entrega de la saga, Louis quema el teatro, dando muerte a todos los vampiros que dormían allí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario